El sonido de un bosque en peligro
El sonido de las motosierras rompe el silencio de la madrugada mucho antes de que la patrulla (CFM) de la Parroquia de Mparo llegue al límite del bosque. El Bosque de Muhangi se encuentra dentro de su área, y en la tenue luz del amanecer, los troncos recién cortados son fáciles de ver. Están apilados en el suelo en lo que oficialmente es un área protegida.
Para el grupo CFM, la escena se ha vuelto demasiado familiar. Pero cada nueva tala deja marcas claras—tanto en el bosque como en el sentido de seguridad de la comunidad.
Uganda está entre los países que han perdido más proporción relativa de cobertura forestal desde el año 2000. Más del 23% ha desaparecido en sólo dos décadas. Las consecuencias se manifiestan en Muhangi, donde cada nueva tala empuja a las comunidades locales hacia un futuro incierto.
Estos no son incidentes aislados. Son la manifestación local de una tendencia nacional que ejerce una enorme presión sobre los bosques del país.

Un bosque que sostiene la vida
El bosque de Muhangi siempre ha sido un pilar para las familias que viven a su alrededor. Regula el microclima, provee agua durante las sequías y —mediante acuerdos formales entre comunidades y el gobierno— permite acceder a miel, leña, plantas medicinales y materiales para artesanías.
Pero cuando el bosque desaparece, también desaparecen los recursos de los que depende la vida cotidiana.
“Crecimos con la brisa fresca del bosque. Era verde y hermoso, y podías confiar en la lluvia. Eso ya no es así“
~ dice el presidente del CFM, Tukamushaba Amos.
El cambio climático suma más presión. La temperatura sube, las lluvias se vuelven impredecibles y el papel del bosque como estabilizador climático se vuelve más importante justo cuando está amenazado.
La orilla del bosque se está moviendo
Aunque el área alrededor de Kagoora fue alguna vez un bosque natural denso, la Autoridad Forestal Nacional (NFA) ha comenzado una conversión a gran escala hacia plantaciones forestales, otorgando concesiones de tierra para la producción comercial de madera.
Hasta hace poco, alrededor de un tercio del área de plantación todavía estaba cubierta de bosque natural. Hoy, a las comunidades les cuesta ver dónde termina la conversión legal y dónde empieza el bosque protegido. Muchos temen que los intereses comerciales ahora pesen más que la biodiversidad, la estabilidad climática y la necesidad de la comunidad local por el bosque.
Un sólo marcador de concreto define la frontera entre el bosque de Muhangi y la cercana plantación Kagoora. En la práctica, es un límite que las motosierras han cruzado desde hace tiempo.
Administrada por la NFA, la plantación Kagoora se está transformando en plantaciones comerciales. Áreas que antes contenían bosque natural ahora muestran áreas abiertas y filas de árboles recién plantados. Esto dificulta que residentes y grupos de patrullaje vean dónde termina la plantación y comienza el bosque protegido.
Es precisamente en esta zona de transición donde prospera la tala ilegal. A medida que la plantación se expande hasta el borde mismo del bosque, hay un claro efecto de desbordamiento: la tala continúa dentro del bosque de Muhangi, aunque el área esté oficialmente protegida.
Un nuevo acuerdo – pero un futuro incierto
En marzo de 2025, el grupo CFM de Muhangi logró un nuevo acuerdo con la NFA que les otorga derechos de co-gestión sobre aproximadamente 260 hectáreas de bosque. Pero es justamente en la zona fronteriza junto a la plantación donde ocurre gran parte de la tala ilegal.
El trabajo es exigente, y con frecuencia el grupo queda solo para enfrentarlo.
“Anteriormente eliminamos cinco hornos de carbón dentro del bosque. Las actividades ilegales están aumentando, y es difícil detenerlas”, dice el secretario general, Muhera Nelson.
Según Proscovia Kemirembe, miembro de la patrulla CFM de Muhangi, entre las causas se cuenta la falta de apoyo financiero y de equipo práctico y técnico: “No tenemos suficientes recursos. Sólo podemos llegar a unos pocos lugares cada semana, y el bosque es grande.”
Incluso cuando logran identificar a los infractores, el seguimiento es incierto.

”Los identificamos, los reportamos e incluso arrestamos a algunos. Pero al día siguiente caminan libremente por la aldea y amenazan a los miembros del CFM.”
~ explica la tesorera del CFM, Twebaze Enid.
La misma NFA trabaja con recursos limitados y a menudo no puede dar seguimiento a los reportes. Responsabilidades que deberían compartirse terminan recayendo sobre la comunidad —sin las herramientas ni la seguridad necesarias para cumplir la tarea.
Un sector en transición – y una incertidumbre creciente
El sector forestal de Uganda está experimentando una reestructuración importante. La NFA será integrada al Ministerio de Agua y Medio Ambiente como parte de recortes presupuestarios nacionales, y aún nadie sabe qué significará esto para futuros acuerdos o para la capacidad de hacer cumplir la ley.
“No sabemos qué pasará con nuestros acuerdos cuando la NFA se reestructure”, dice el miembro del CFM, Ndyabowe Johnson.
Para el CFM, esto añade una nueva capa de incertidumbre a una tarea ya difícil. Tienen la responsabilidad formal de proteger el bosque, pero a menudo carecen de los recursos, límites claros y capacidad de ejecución necesarios para hacerlo. La reestructuración genera más dudas sobre cómo se verán los acuerdos y las responsabilidades en el futuro.
El bosque está bajo presión, y los protectores locales hacen lo que pueden —pero sin marcos estables, su trabajo se vuelve aún más vulnerable.
El trabajo de Bosques del Mundo
En medio de esta incertidumbre, Bosques del Mundo y sus socios de JESE trabajan para fortalecer a los CFM en Muhangi y en otras áreas boscosas del oeste de Uganda. El esfuerzo apoya tanto el trabajo diario de patrullaje como el desarrollo de marcos más sólidos y confiables para la colaboración entre comunidades y autoridades.
El trabajo va desde apoyar el monitoreo sistemático y la documentación de la tala ilegal hasta cerrar las brechas de comunicación entre los grupos CFM y la NFA cuando los límites y las responsabilidades no están claros. Al mismo tiempo, una red regional en crecimiento ayuda a dar a los grupos una plataforma compartida más sólida mientras intercambian experiencias y dialogan con las autoridades. Esta red es una pieza importante en el desarrollo de un corredor de biodiversidad conectado —uno donde los bosques son protegidos por quienes viven más cerca de ellos.
A nivel nacional, Bosques del Mundo aboga por una gobernanza forestal más transparente y coherente, asegurando que los acuerdos de co-gestión no sólo existan en papel, sino que otorguen a las comunidades derechos reales y apoyo práctico para proteger el bosque.
”No vamos a renunciar al bosque”
A pesar de amenazas, recursos limitados y marcos inestables, el CFM en Muhangi continúa su labor. Cada patrulla, cada reporte y cada diálogo es un intento de mantener el bosque en pie —aún cuando las circunstancias lo dificultan.

“A veces no sabemos cuál es el siguiente paso,” dice la tesorera Twebaze Enid. ““Pero no vamos a renunciar al bosque.”
En Muhangi, la lucha es por más que árboles. Se trata de los derechos locales, del equilibrio climático y de asegurar que las reglas destinadas a proteger el bosque funcionen realmente en la práctica.
Y tal vez esa sea exactamente la razón por la que la lucha continúa: porque el bosque aún vale la pena, y porque quienes viven más cerca de él no han perdido la esperanza.
Vigilar el bosque no es fácil. Pero el grupo CFM en Muhangi persiste —porque ve lo que se está perdiendo y lo que todavía puede salvarse si se permite que el bosque permanezca en pie.